miércoles, 16 de febrero de 2011

EXISTIR Y VIVIR

Dos palabras de uso corriente, pero que son todo lo que somos y hacemos nosotros, los seres humanos. Y he dicho bien: todo lo que somos y hacemos, porque aunque existir y vivir parezca la misma cosa, hay entre ellas, sin embargo, cierta diferencia. Es verdad que la existencia es antes que la vivencia, el existir antes que el vivir.. Nada que no exista previamente puede tener vida. Es más, podemos afirmar con toda seguridad que la vida forma parte de la existencia, y no solo que forma parte de ella, sino que procede de ella, y, en este sentido, podríamos equiparar a la existencia con el Padre y a la Vida con el Hijo. Ambos, junto con el Espíritu Santo, forman una sola cosa, pero el Padre y el Hijo ( lo mismo que el Espíritu Santo ) son Personas distintas, como distintos son el existir y el vivir.
   De la existencia ( el que es por sí mismo,  -yo soy el que soy, el que existo-), provienen la Vida y el Espíritu de la Vida, lo concreto y lo abstracto, respectivamente, del Padre.
   Cuando san Juan en el capítulo uno de su Evangelio nos dice: " Y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios ", es esto mismo lo que nos está diciendo, porque el Verbo y el Hijo son la misma cosa, solo que cuando nos referimos al espíritu le llamamos Verbo, y cuando lo hacemos al hombre le llamamos Hijo de Dios, pero en los dos casos se trata de lo mismo: del Hijo de Dios, en el primero sin la carne que tomó para hacerse como uno de nosotros en todo menos en el pecado, a fin de traernos la salvación, y en el segundo con ella.
   Y san Juan continúa diciendo: " Y en el Verbo estaba la Vida, y la Vida era la Luz de los hombres". Ya vemos: en Dios Padre estaba el Verbo, y en el Verbo la Vida, cuya Vida es la Luz de los hombres". Llegamos al principio: La Vida está en Dios, está en la existencia, pero no es propiamente existencia ( aunque participe de ella ), sino otra cosa: Vida.
   Llegados a este punto nos preguntamos: ¿ Qué es entonces la Vida ? Y aunque esta pregunta contiene muchas posibles respuestas, todas ellas se pueden concretar en una sola: Vivir ( en plenitud, se entiende ) es sentir dentro de sí el gozo de Dios permanentemente ( y decir esto equivale igualmente a sentir dentro de si el amor de Dios permanentemente, porque lo uno forma parte ineludible de lo otro. Y ese gozo no es posible tenerlo si nos falta la salud, propia del estado de muerte opuesto a la Vida, y, por ello, la salud se encuadra en el término Vida, no en el de existencia, porque aunque no tengamos buena salud, seguimos existiendo ( y viviendo cuando esta palabra la asemejamos a la de la existencia, pero no cuando lo hacemos a su verdadero significado, que es, como ya hemos dicho, existir gozando plenamente ).
   Y esa es la Vida que nos trajo Jesús y que Él es. Por eso, cuando realizaba los milagros de curación de los enfermos, decía: " Si hago todo esto con el dedo de Dios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios ". Por donde vemos que el Reino de Dios que Jesús nos trajo ( y el modo como hemos de alcanzarlo, y que Él llevó a cabo antes que nadie ) es un Reino de Vida en el que la muerte, bien por enfermedad psíquica o física, maltrato de unos a otros, o cualquier otra causa, no existe en absoluto, y, por tanto, es un Reino de felicidad, alegría y gozo, eterno, porque al entrar en ese Reino, entramos también en la existencia eterna, que recibimos desde ese Hijo que es la Vida, como Él la recibe de su Padre, que lo hace nuestro  adoptivamente.
    Termino ya, porque hemos dicho lo  más importante sobre este tema, del cual podríamos hablar mucho más, pero no sin antes hablar de la Luz, que, recordemos, dijimos que era la Vida ( Y la Vida era la Luz de los hombres ). Y si la Vida es la Luz de los hombres es evidente que no se trata de la luz del sol, porque ésta no detiene la muerte, sino de otra Luz.. La del sol nos ayuda  a ver las cosas de este mundo material, pero la del otro Sol, el Sol de Justicia, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, esa es la que hace que veamos las cosas espirituales, es decir, a Dios. Y si le vemos es porque le tenemos dentro de nosotros, pues de no ser así seríamos incapaces de verle.
   Y tenerlo dentro significa tener en nosotros todo lo suyo: Su amor, su luz, su vida, su existencia eterna.......
    Él nos hace semejantes a Sí mismo.. Esa es la maravilla que quiere para nosotros, y por ello envió a su Hijo Único sabiendo lo que le íbamos a hacer, de tanto que nos amaba ( Jn. 3,16 ), pero nosotros seguimos empeñados en rechazarle prefiriendo las cosas de este mundo de muerte a las del suyo, de Vida. Y en este contexto están las palabras de Jesús a uno al que le dijo que le siguiera, y le pidió permiso para ir a enterrar a su padre, que había fallecido: " Deja a los muertos que entierren a sus muertos, y tu ven y sígueme ".
   Jesús siempre distingue entre las dos clases de muertes: la de los cuerpos y la de las almas. Ese chico tenía viva su alma. Otros no. Esos eran los que tenían que enterrar a los muertos:  en definitiva, son los que tienen el alma muerta los que han de enterrar a los que mueren también según el cuerpo, porque los otros, los que están vivos de verdad porque su alma participa de la vida de Dios, esos han de seguir los pasos de Jesús y no cesar de evangelizar con la palabra y con el ejemplo de vida que Él nos enseñó, porque lo primordial es salvar almas, rescatar almas del estado de muerte en el que viven, adocenadas y arrastradas por las cosas del mundo, para que puedan gozar de todo eso que ya hemos dicho, cuando llegue el día de la resurrección de los muertos y del mundo futuro y Dios establezca su Reino para siempre.
   Recibid todo mi sincero afecto en Dios Nuestro Señor